Malasaña ha enloquecido

En mi barrio se han vuelto todos locos y nadie lo está diciendo. Es un tema tabú. Se supone que Malasaña es cool y está llena de gente interesantísima que pinta, escribe poesías y se sabe todas las canciones de Antonio Vega. Pero ya no es así. Ahora sales a la calle y vas en tensión por si pisas uno de esos perros ridículos tamaño pelota de tenis a los que sus dueñas visten como si fueran barbies.
Mis vecinas son ahora Las Estupendas. Estas chicas que salen en la ventana de desconocidos del Instagram mirando siempre al infinito, o poniendo boca de susto, con modelitos ad hoc para recordarnos lo buenas que están. Esas que nunca enfocan un paisaje, o un libro, o la cara de un niño, porque no hay nada más estupendo que sus propios selfies, valga la redundancia. Ellas son ahora mis vecinas. 

Y no solo eso, en mi barrio ya no queda una tienda normal. Junto a la de cupcakes han abierto una solo de palomitas. A 50 metros hay otra solo de tiramisú y justo enfrente, un bar solo de gin tonics . Por no hablar de las llamadas tiendas-concepto en las que entras y solo tienen una silla rara, una regadera, un jersey que cuesta un ojo de la cara y un par (si no es tu número, mala suerte) de los muy de moda ugly shoes, que en inglés quiere decir -y así son- zapatos feos. Los dependientes siempre están enfadados porque hacen fuerza con las gafas de pasta para que se vea toda su vida interior, pero de todas formas no tienen trabajo: lo que hay es lo que ves, ni te molestes en pedir otra talla y ni se te ocurra insultarles preguntando si lo tienen en otro color.

De un día para otro, es más fácil en mi barrio comprar sushi que pan y ZARA parece una galaxia muy, muy lejana.

¿De dónde ha salido esta tribu? Misterio. ¿Es posible pagar el alquiler de un local vendiendo solo palomitas de colores? ¿Es eso lo que comen los miniperros? Y sobre todo: ¿dónde han ido Los Auténticos? 

A Antonio no le gustaría esto.