*(leer después de ver el final)
Era el año 2009. Yo era joven, feliz. Tenía toda la vida por delante. El primer episodio me gustó mucho. Pronto me enganché, porque yo no tengo fuerza de voluntad y me engancho rápido a todo lo que me gusta. Así fueron pasando los años junto a esa mujer – qué mujer-, Alicia Florrick. El guión era tan bueno que te olvidabas enseguida de que él era el Big de Carrey Bradshow y ella la novia de George Clooney. Los casos estaban siempre pegados a la actualidad y hacían la serie aún más interesante. Y entonces, en 2014, como notasteis que nos estábamos encariñando, ¡zas! el primer bofetón: matáis a Will. Así, alegremente. Sin piedad. Esa fue la primera vez que me enfadé con vosotros. Me enfadé tanto que esa noche no pegué ojo. Fui a trabajar sin dormir y juré que jamás volvería a ver vuestra serie.
Luego os fui perdonando poco a poco porque yo tampoco tengo fuerza de voluntad para estar mucho tiempo enfadada -ahí quiero ver un parecido con mi querida Alicia- y termino perdonando lo imperdonable.
Pero lo que habéis hecho con el final… eso no tiene nombre. Que no os quepa duda: iréis al infierno de los guionistas, condenados a ver ininterrumpidamente durante toda la eternidad episodios de Ana y los 7.
Haberlo pensado antes.
Veo en internet que habéis escrito una carta a los fans de la serie explicando vuestros motivos para terminar de esa manera. Veo vuestros nombres, Robert y Michelle King, y vuestras caras de sádicos. «Se supone que el final debe ser un poco inquietante». Mira, Robert, un final, de toda la vida, lo que tiene que traer es PAZ. «No pensamos que los personajes tengan que sortear la tragedia para ser felices». Michelle, bonita, ¿a santo de qué viene que Jason no esté en el pasillo cuando Alicia sale a buscarle?
Pero no contentos con eso, vais y rompéis el matrimonio de Diane y Kurt, con lo monos que eran. Qué necesidad, ¿eh? Y claro, todo es aparentemente para demostrarnos que Alicia se ha vuelto mala. Que the good wife se ha convertido en el malo de su husband. Pues no me parece.
Ahora estaréis en vuestra casa, relamiéndoos. Como si os viera. Quizá ya preparando el siguiente golpe. Otra serie que nos enganche para luego, ¡zas!, dejarnos tristes con un final ambiguo. Mira Michelle, Robert, los finales ambiguos están sobrevalorados. Son una mierda.
A partir de ahora, que lo sepáis, pasáis a formar parte del grupo de Gente Mala. Los conductores de autobús que te cierran la puerta después de haberte pegado la carrera del siglo; las dependientas mentirosas que te llaman cariño y dicen que te queda estupendamente y que los zapatos ceden; los operarios de la grúa; los que que ponen las vallas y los cordones para que te coloques detrás y no oigas ni veas nada; las que dicen siempre: «Yo es que no consigo engordar. Me voy a pedir otro trozo de tarta»… Y vosotros.
Esto no se hace.