Secuestros exprés y otras cosas que no volveré a hacer

Los periodistas políticos, como los marineros, han pisado muchos puertos, pero conocen pocos sitios – las banderolas no dejan ver el bosque-. Por la misma razón, he estado muchas veces en plazas de toros y nunca he visto uno: siempre vieron conveniente guardarlos para los mítines, no así a las vacas, que son más atentas.

Vamos a todas partes con un collar llamado acreditación que luego aparece por casa en cualquier sitio – debajo del sofá, en la lavadora, en los bolsillos de todas las cazadoras- y durante las campañas viene con nosotros una agente de la agencia de viajes, como Palmira o súper María, que, entre otras cosas, nos indica en qué momento hay que ir a hacer pis – “luego no vais a poder”- o dormir una siesta – “aprovechad ahora en el bus”- . A veces, ser periodista político se parece mucho a tener seis años.

Otras veces crees que estás en un sitio y al poner la data en el texto, alguien te corrige: “Molina de Segura fue ayer”. Recordar el número de habitación del hotel (una diferente cada día) también es misión imposible y puede pasar, perfectamente, que al subir, derrengada, para dormir cuatro horas, la llave no funcione y caigan un par de lágrimas súper justificadas.

También llega un momento en el que ya solo tengo energía para escribir la crónica y mis compañeros me tienen que cruzar la calle para evitar eso tan feo de que el periodista se convierta en noticia. Desde aquí, gracias de nuevo. A modo de ejemplo, y esto es la purita verdad, una vez, en la campaña de las elecciones andaluzas, secuestré, sin querer, a un hombre e involucré al Abc en el crimen. La cosa fue así: salíamos del hotel de Sevilla para ir a un pueblo que no recuerdo. La agencia EFE, es decir, mi amiga Patricia, dijo que iba a sacar el coche del parking y que nos esperaba fuera. Así que yo salí del hotel, abrí la puerta y me senté en el sitio del copiloto – el Abc, o sea, mi cómplice, se sentó detrás-. Al ir a tocar la radio para cambiar la música, vi un brazo peludo y empecé a sospechar. No era de Patricia. Comprobé entonces que pertenecía a un señor muy asustado que ni se atrevió a abrir la boca. Pedí perdón y salí justo a tiempo para ver a la agencia EFE haciéndonos aspavientos desde el vehículo correcto. Según Patricia, no se parecían nada, pero para mí los dos coches era igualitos (yo no conduzco, pero sueño mucho que sí).

Cuando acaban las campañas, te mueves menos, pero la verdad es que ya no duran 15 días, sino mucho más. Son un estado civil casi perenne y más fuerte que muchos matrimonios. Cada día es una batalla a brazo partido para separar la propaganda, el famoso “argumentario”, de lo importante, un proceso trabajoso que consiste en hablar con mucha gente y saber siempre a quién tienes delante: el que sabe más de lo que cuenta, el que cuenta más de lo que sabe. Los partidos son como una cena de nochebuena permanente: gente que se reúne – por una bandeja de langostinos o unas siglas- para discutir un programa político.

Ahora que lo dejo, me preocupan las secuelas. Supongo que es pronto para detectarlas todas. Están las leves, como seguir escuchando el himno del partido días después del cierre de campaña, en el metro, en la ducha… y que se van – menos mal- con el tiempo. La primera vez que nos sentaron junto a los altavoces y nos lo pusieron a toda pastilla yo quise rendirme, pero no sabía qué información querían sacarme.

Otra secuela es que la política da sed, o sea, ganas de beber. Pero no todas son malas para el organismo. Ahora me voy de vacaciones en verano con esa pequeña familia de periodistas exhaustos con los que compartía todo el tiempo que no estaba durmiendo; esa gente que siempre sabe que estrenas jersey o te acabas de cortar las puntas. Es una cuestión, sobre todo, práctica: con cualquier otra persona perdería muchas horas de sol poniéndonos al día y no podría hacer bromas sobre la mochila austriaca. Además, es difícil jugar al trivial del candidato con gente normal. 1. ¿Cuál es el Ayuntamiento con más músicos, pintores y vacas de España? 2.¿Cómo hay que negociar la PAC en Europa? 3. ¿Por dónde se va el empleo cuando el PSOE entra por la puertaaaaa? 4. ¿Lo oyen? Es…. Solución: 1. Lalín. 2. “A cara de perro”; 3. “¡Por la ventana!”. 4. “El silencio”.

Y supongo que hay algo turbio en el hecho de que los dos hombres a los que más tiempo he dedicado – con mucha diferencia- en los últimos cinco años se llamen Mariano Rajoy y Pablo Casado. Gracias al primero puse a Guisando en el mapa y entendí que la vida, a veces, puede ser un “chisgarabís”. Gracias al segundo, ahora, cuando el árbitro no pita una falta clarísima o nos saca una amarilla por la cara, grito “felón” con todas mis fuerzas.

De todas las relaciones se aprende algo.

De Rajoy, además, me queda una anécdota buenísima: cuando me llamó y yo le colgué cuatro veces seguidas sin querer, y lo riquiño que fue cuando ya le cogí el teléfono. En esta foto, del gran David Mudarra, mi cabecita está a las Mariano menos diez. Qué morriña da ver ahora aquellas melés.

Gracias por todo. Ahora a reportajear. Y a vivir (un poco).

Diario de recamPPaña. Día 3

Me despierto en… Lugo

Horas de sueño… 6 (pero por mi culpa. Había que desentumecer las piernas bailando después de otras 6 horas de bus).

Duermo en... Madrid (con escala en Lalín, Pontevedra).

Kilómetros:773

Lo mejor del día: la visita exprés de mi padre en el aeropuerto. Por supuesto me dijo: «Come bien».

Lo peor del día: salir de Galicia.

Oído en la caravana:

⁃ “Aquí las setas crecen en las rotondas»

⁃ “No entiendo por qué los gallegos vais a vivir a otros sitios»

– «Con el cambio climático Galicia es el paraíso»

– «Me flipan los sesos»

Oído en el mitin:

– «Las conquistas son reconfortantes, pero las reconquistas son la leche porque sensorialmente son indescriptibles» (José Crespo, alcalde de Lalín)

– «Somos el Ayuntamiento con más músicos, más pintores y más vacas de España. Tenemos una vaca para cada uno» (Crespo).

– «A Podemos se le fue la pinza pidiendo ministerios» (María Ramallo, alcaldesa de Marín)

– Feijóo, a Casado: «Te has perdido una sesión vermú acojonante».

– «Oye, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?» (Casado)

Oído entre el público

– «Malo será…»

– «¿Viene Rajoy?»

Promesas electorales: «un presidente con sentidiño»; «mirar a los ojos a los españoles y apretarles muy fuerte la mano».

Reencuentros

Parecidos razonables…

Mayo de 2019

Noviembre 2019 ( foto de Thiago Ferrer)

Toda ayuda es poca… Las encuestas les sonríen, pero por si acaso, el conxuro da queimada.

Promesa… Nuestra compañera Mónica Sequeiro tirándose por el tobogán para que no se repitan elecciones en un buen rato

Desayuno: bufé con queso de tetilla.

Comida: callos (solo comí los garbanzos), carne al caldeiro y castañas.

Cena: dormir.

Mañana: Madrid

Queridos Reyes Magos:

Queridos Reyes Magos:

Lo primero es pediros perdón por el tiempo que hace que no os escribo. Un día una niña del cole te dice que vosotros, o sea, la meritocracia, no existe, que sois los padres, y pierdes la ilusión. Lo segundo es agradeceros que siguierais dejándome regalos aunque yo no os escribiera carta pidiéndolos; un gesto de magnanimidad que os honra. Y lo tercero, antes de entrar en materia, va a ser una confesión: querido Baltasar, perdí la carta que me enviaste cuando yo era una pequeña racista ignorante y pedía que no vinieras a mi casa. Se me traspapeló en alguna mudanza, pero que sepas que me acuerdo totalmente del mensaje y surtió efecto: ya no me dan miedo los negros.

Como sabéis, este año he sido buena no, lo siguiente. Y si no me creéis, preguntad por ahí. He sido, se podría decir, amiga del año, hija perfecta, ciudadana ejemplar. Siempre dejo mi asiento en el metro; reciclo; como no tengo coche, no contamino y hasta me apunté a un gimnasio al que fui casi todos los meses. Honestamente, creo que me merezco todo lo que os voy a pedir. En términos relativos, desde luego. Si leéis la prensa ya sabéis de qué estoy hablando: los malos se han multiplicado y cada vez son mejores haciendo el mal. Bien es cierto que ellos se entrenan a diario.

Si el método sigue siendo el mismo, entiendo que si solo me podéis traer una cosa ha de ser la primera de la lista. Bien, lo primero en la mía es metros cuadrados. Ya no soy ninguna niña. La broma del zulo del colegio mayor y lo de compartir piso estuvo bien un rato, pero ahora me gustaría tener una casa de mayor que haga juego con mi tele de mayor –que es súper inteligente, tiene un montón de pulgadas y control parental-. Ya sé que el alquiler ha vuelto a subir y que Madrid es una jungla, pero insisto, este año he sido buena no, lo siguiente. A ver, no tiene que ser una mansión, pero sí me gustaría que tuviera una estantería de esas solo para colocar zapatos y un baño lo suficientemente grande como para que quepa una bañera. También, si es posible, una cocina con isla para tomar copas de vino mientras alguien me prepara la cena, y una terraza, porque en Madrid se aprovecha casi todo el año. Si queréis redondear la jugada, me encantaría disponer de una librería de esas gigantes con una escalera para trepar hasta los últimos libros.

Lo segundo es más difícil, pero para eso sois magos. Quiero que solucionéis la crisis del periodismo. Se me ocurre que podéis dejar en los zapatos de la gente un montón de suscripciones a periódicos. Una suscripción por casa, ¿qué os cuesta? Si ahora los periódicos prácticamente los regalan al comprarte una película o una taza. Pensadlo.

A mi padre, por favor, traedle una camiseta del Liceo francés, para recordarle que sigue siendo tan cool como cuando jugaba al rugby y se llevó a la chica más interesante de Ciudad Universitaria. Y para mi hermano, os pido un coche nuevo. El clio está ya muy cascado y el pobre no puede escuchar música porque ya no venden radiocasetes. Él no ha sido tan bueno como yo, ya os lo digo, pero el coche apuntádmelo en mi cuenta. Ya apaño yo con él.

Para mis amigas las súper madres trabajadoras os pido unos cupones para ir a darse un masaje, al cine, de cena conmigo o a bailar hasta las tantas. Y para sus maridos, cualquier cosa de runners.

A Rajoy, por favor, le traéis un delfín, un sucesor de consenso, que me da que el hombre no se retira para que no se líen a palos en cuanto se vaya.

A Pedro Sánchez, una Constitución nueva.

A Albert Rivera no se me ocurre nada. Quizá pueda jugar con el regalo de Rajoy.

A Pablo Iglesias, un champú anti-casta.

A ese que ya sabéis, carbón.

Bueno, y esto es todo. Os dejaré en mi minicocina un trocito de roscón y agua para los camellos. Buen viaje y hasta el año que viene.

Natalia

 
    
    
    
 

Volver

Con Rajoy investido, el techo de gasto a punto de caramelo y un pacto para subir el salario mínimo un 8%, he pensado que era el momento de volver a zumba. No os voy a engañar, no recuerdo cuánto tiempo hacía del último perreo. Creo que fue en la época del no es no, cuando Pedro Sánchez salía todos los días en la tele. 

Llevaba preparada una excusa genial para cuando el de la puerta del gimnasio me preguntara, como un cura, pero en mallas, que cuándo había sido la última vez. Pero no estaba. En su lugar había una rubia mascando chicle. Le he dicho «hola». Ella me ha respondido con un globo rosa. Y entonces lo he visto. No es que no estuviera el de la puerta, es que nada estaba en su sitio. Habían hecho una reforma. 
Resulta que utilizaron mi ausencia para pintar las paredes de otro color y cambiar las máquinas de sitio: la de los palos que te atacan y también las de las bebidas de color fosforito. Había paredes nuevas y unas luces cegadoras de neón azul. A lo lejos se oía gritar al monitor de spinning y he tratado de orientarme con su voz hasta la sala de zumba. 

Naturalmente, me he perdido. 

He atravesado el pasillo de musculitos con el corazón a 200 pulsaciones de la angustia y sin haber hecho aún la primera sentadilla. He subido y bajado del primer al segundo piso. Al fin, he encontrado la sala de la clase y a cinco desconocidas esperando en la puerta. De la tribu del ojo pintado, ni rastro. Recordé, con morriña, a La Diosa y su impresionante capacidad de convocatoria – aquella mujer con el culo en la coronilla llenaría estadios-. Me dio pena que las nuevas generaciones, aquellas cinco niñas en mallas, no la hubiesen conocido. Sus flexiones entre canción y canción. Su sospechosa destreza con los movimientos obscenos. Su carisma. 

Llegó entonces el primer rostro conocido, ese profe que nos hace bailar con pesas, que allí se llaman «¡Discooooos!» . No me reconoció. Sí saludó a las cinco niñas. Le odié un poquito. Una de ellas abandonó la sala a mitad de clase y vi caer por la cara del monitor lo que me pareció una lágrima -aunque también pudo ser una gota de sudor-. La clase fue un trámite sin emoción. Terminamos con unos abdominales, en silencio. Hay un tipo que no me sale porque estoy convencida de que me falta ese músculo. En mi caso debieron de rellenar con otra cosa. La Diosa me habría lanzado esa mirada implacable que conseguía que hicieras cinco más y luego otros cinco, pero a este le da todo igual. Nada es lo mismo. 

Sueños marianos

El domingo me bajé de la caravana electoral, o eso creía. Por las mañanas
me despierto cansadísima y es porque me paso las noches dando mítines. Los diez días de campaña han sido tan intensos que mi cabeza se ha quedado pinchada. Durante el día hago vida normal, pero en cuanto cierro los ojos, soy Mariano Rajoy. 

Ayer, por ejemplo, le di un mitin a unas vacas. A mí ya se me hacía un poco raro, pero no quise decir nada y tiré para adelante. Les solté de carrerilla los cinco objetivos para la próxima legislatura. No hubo selfies.

También visité un campo de alcachofas en Navarra. La verdad es que no sabía que fueran tan altas. Me emocionó. Hasta me imaginé viviendo en el campo, sin móvil, sin SMS, pero con Diputaciones.  

No se lo quiero decir, pero el himno merengue que se ha inventado Moragas me parece una horterada. Creo que cuando ponen el clásico, los mítines me salen mejor. Con el latino entro ya un poco avergonzado y tardo dos objetivos en recuperarme.

Lo de hablar, en general,  lo llevo bien. Como he estado seis meses diciendo lo mismo, ya me lo he aprendido al dedillo. A ver, es lo más sensato. El año que mejor me sé es 2011.

Los selfies me gustan, pero a veces me agobian. Las señoras mayores ponen el móvil al revés y al final lo tengo que hacer todo yo. Y las hay que se aprovechan. Cuando una española besa, besa de verdad. También hay señores que me dan cachetes. De cariño, de ánimo. Y uno vale. Pero ponle 20 cachetes al día. Pues se nota. Por la mañana, en Roquetas, les di el lado derecho y por la tarde, en Granada, puse la otra mejilla. Pero me van a gastar la cara entera.

Alguna vez he tenido la tentación de decirle a mis escoltas que detuvieran a una señora que se estaba sobrepasando o a un señor que me había dado un cachete con carrerilla. Pero no puedo. Necesito todos los votos. Los míos, y sobre todo, los de Ciudadanos.

Algunas noches me acuesto pensando que la gente no acaba de comprender que es capital no dar marcha atrás y seguir adelante con las reformas para crear dos millones de puestos de trabajo en los próximos cuatro años. O veo las fotos y pienso: ¿Por qué me comí todo el helado de golpe? ¿Por qué no abracé a la chica que tenía ojos? Pero por la mañana, cuando salgo a caminar rápido lo veo todo de otra manera. Lo veo genial,  la verdad.

  
Luego vienen los periodistas y me estropean todos los pensamientos positivos. Yo llego tan contento de mi paseo, de los besos, de los cachetes, de los selfies y ¡zas! en un minuto me han rodeado con sus alcachofas de mentira y me acribillan con preguntas desagradables. Que si va a dimitir el ministro. Que si va a haber más recortes. Que si qué voy a hacer si nadie quiere pactar conmigo. Yo no sé qué pasa en este país para que nadie quiera hablar nunca de las cosas buenas. Siempre las malas. Y yo digo, si fuéramos tan malos, no vendrían tantos turistas y tantos estudiantes de Erasmus, ¿o es que vienen obligados? Es sentido común. 

A dormir. 

Diario de campaña. Día 10

Me despierto en: Las Palmas de Gran Canaria. Horas de sueño: 2 

 

Duermo en: Madrid 

En el medio voy a Lleida
Kilómetros: 2.863

Lo mejor del día: conocer este sitio tan bonito, la seu Vella.

  

Oído en la caravana: «Y ahora os pido que hagáis una reflexión matutina para no olvidar nada en el autobús». De Palmira, agente del Corte Inglés,  ángel de la guarda, y la mujer que hoy nos hizo reír, muertos de sueño, a las cuatro de la mañana. 

  

Oído en el mitin: «Caballos con perdices, mala mortadela». De José Ignacio Llorens, cabeza de lista del PP por Lleida. 

El mensaje: no se os ocurra volver a votar a Ciudadanos. 
Entrevista con otra afectada por el voto rogado. 

   

  

Mañana: Me despertaré en casa. Me releva en la caravana Javier Casqueiro. 

Agradecimientos: A mis compañeros, que hacen los viajes largos mucho más cortos y entienden un chiste sobre los 5 objetivos; A David e Itziar, por la paciencia. Y a Palmira, porque tenía razón: luego siempre te entran las ganas en mitad del mitin. 

Diario de campaña. Día 9

Me despierto en Tenerife 

 

Duermo en: Dormir es de débiles. Salimos del hotel de Las Palmas de Gran Canaria a las 4 de la mañana. 
Kilómetros: 106

El mensaje del día: Españoles de bien, votad solo al PP y no a los guapitos de cara porque si no, ganan «los malos».

Oído en la caravana: «Tengo a Palmira vigilándonos la comida». Palmira es la agente del Corte Inglés que nos acompaña, nos recuerda que vayamos a hacer pis y nos responde cuánto falta para llegar. Es decir, Palmira son los padres. 

Teloneros: Asier Antona, sustituto del dimitido José Manuel Soria como presidente del PP canario. Como a todos, Rajoy, que no perdona, le sacó a «caminar rápido» por la mañana. 

  

Comida: catering en Tenerife. Capel le habría puesto un 7. Yo le pongo un 10 porque además los canapés eran así de bonitos.  

 

Cena: con vistas. Papá, para que veas que como pescado.  

  

 

La foto: de David Mudarra. Con mi brazo de inspector Gadget conseguí ponerle el móvil en la oreja. Mi cabecita está a las Rajoy menos diez. 

 

Banda sonora: en Las Palmas compitieron de tú a tú las rancheras que salían de unas bodas de oro con la versión merengue del himno del PP. El himno se oía más, pero los de medio siglo juntos se lo pasaban mejor. 

Mañana: Lleida. 

Diario de campaña. Día 8

Me despierto en  
Duermo en Tenerife

En el medio voy a Madrid y Guadalajara. Hoy tiramos la casa por la ventana: cuatro comunidades autónomas en un día.

Kilómetros: 2.684

El mensaje: regañina a los que votaron a Ciudadanos. Luego pasa lo que pasa, dice Mariano. 

A Mariano le vi un poco cansado. Aunque luego se vino arriba viendo el fútbol:

  

El total para Wyoming: Rajoy«Es fundamental que no haya que elegir entre la vida familiar y personal».

Comida: llegué tarde.

Cena: pescadito canario y papas.

Lo que nos llega de otras caravanas: 😳

  

Lecciones aprendidas: nunca, nunca, nunca os echéis una colonia al azar en el duty free del aeropuerto. Voy a oler a señora de 90 años antipática hasta las elecciones. 

Mañana: Tenerife y Las Palmas

Diario de campaña. Día 7

Me despierto en Madrid

Duermo en Vigo (es un decir porque mañana me despierto a las 6)

En el medio voy a Santiago y Pontevedra (y sigo en diferido a Rajoy en una explotación ganadera en San Martín de Podes).

Kilómetros: 708 

El día empieza con… Mitin a unas vacas y un total para Wyoming: «En España tenemos algo muy importante: tenemos españoles». 

  
Temperatura media: 19 grados. Así sí. 

Comida: gallega, la mejor.

 Cena: triste bolsa de patatas fritas de minibar + botellín de agua por el módico precio de 7 euros + IVA.

En el tren 5 horas:  30 minutos de autoretretes; otros 30 seleccionando la foto en la que nos gustábamos todos 

  
Revista de prensa. Aún sobrecogidas con esto: 

  
Efemérides. Rajoy vuelve a Pontevedra 6 meses después del puñetazo. Paseo tenso con mimos y abucheos. Aquí  las fotos:

  
  
Mañana: Guadalajara con Cospedal y Tenerife. 

Diario de campaña. Día 6 

Me despierto en: He tardado cinco largos minutos en entender quién soy y dónde estaba, un hotel de Granada. 

Duermo en: Madrid 
En el medio voy a: Zaragoza (y sigo en diferido a Rajoy en Tudela).

Kilómetros: 1.053

El mensaje: El PP busca votos hasta debajo de las alcachofas.  

Por qué lo digo. Rajoy: «Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer un canto a las personas que viven en el campo. Ya me gustaría a mí poder hacerlo». «Hemos estado viendo este campo de alcachofas. A mí, realmente, me emociona». 

Foto: Tarek

  
Oído en la caravana: «No le veo final a esto».

Efectos secundarios: Cuando cierro los ojos, truena en mi cabeza la versión merengue del himno del PP. 

  
Ahora más que nunca … hace falta dormir

Mañana: San Martín de Podes (Asturias) y regreso a Pontevedra, seis meses después del puñetazo y desafiando la declaración de «persona non grata».