Ola de crueldad

Esa gente que dice desafiándote, con chulería: “Uf, pues yo prefiero mil veces el calor al frío”. Esa gente no sabe lo que dice. Del frío se sale. Te pones capas como una cebolla y a vivir. Del calor no hay escapatoria.  Y los que nacisteis en cualquiera de los puntos que ahora salen en lo morado en el mapa del tiempo no os hacéis idea de lo que podemos llegar a sufrir los que nacimos en lo amarillo. 

Nuestros cuerpos no están preparados. Un gallego está diseñado para temperaturas máximas de 28 grados. Por encima de eso, el sistema falla, perdemos facultades, quedan anuladas las funciones de observación y retranca y se resienten las de habla y movilidad. Somos celtas, blanquitos … Muchos de nosotros nacemos rubios, como los angelitos de los cuadros, y en el agua no se nos arrugan las yemas de los dedos porque tenemos la piel curtida de mil chaparrones. Un gallego sabe comportarse ante la lluvia: ni se nos ocurre encerrarnos en casa ni hacemos esa ordinariez de montar un atasco monumental cuando caen cuatro gotas. Pero ante el calor estamos indefensos, nos faltan recursos. El calor nos humilla, nos degrada. Cada día de esta ola es un reto descomunal para mantener la dignidad. Sin rebequita no somos nadie. 

A esa gente que dice desafiándote, con chulería: “Uf, pues yo prefiero mil veces el calor al frío”. Y  también a esos gallegos que duermen tapados, a salvo, y se ríen de la diáspora enviándonos memes tipo «nos pasamos la ola de calor por…”. Sí, vosotros, los que hacéis fotos de termómetros a 19 grados y de bellísimos cielos encapotados: antes de hacer bromitas con la temperatura, antes de darle al botón de enviar,  recapacitad. Pensad en el dolor humano. No tiene gracia. Es ensañamiento. Si vais a misa, creo que deberíais confesaros e incluirlo en el inventario de pecados. Si no vais, arrepentíos en silencio. Pero no reincidáis. Detengamos esta ola de crueldad.

Esta semana ya no tiene remedio. El daño ya está hecho. Pero vendrán más. Tarde o temprano, habrá otra ola de calor y tendréis la oportunidad de mostrar de qué pasta estáis hechos.  Podéis seguir burlándoos de los gallegos al borde de la deshidratación o solidarizaros y echar una mano: no reenviar esos memes, borrarlos inmediatamente al recibirlos para no caer en la tentación y apoyarnos en la medida que cada uno pueda, poniendo a disposición vuestras piscinas  o simplemente mostrando vuestra compresión si no las tenéis. Son esa clase de gestos los que distinguen a la gente decente. Y nos lo debéis: por la empanada, por los percebes, por las 1906. Nunca máis.