Diario de la desescalada (XXXVI)

Fase: 2

Pasos: 4.996

Horario en exteriores: de 20.45 a 01.00

Outfit:

Playlist:

The dream, Jerry Goldsmith (Desafío total)

Unfinished sympathy, Massive attack

You got what you wanted, Ike & Tina Turner

Lights of home, U2

Low, Lenny Kravitz

Porcelain, Moby

How bizarre, OMC

Paisaje:

Alguien creando algo

Observaciones / incidencias:

– Real Oviedo- Dépor chez Pedro con las dos aficiones representadas: Pedro y yo jugábamos en casa y Nacho, Arturo y Paloma, fuera. El año pasado lo vimos en el campo, que hoy estaba vacío por Apocalipsis. Al final, un punto para cada uno y muy pendientes del Albacete. Menos mal que había cachopos riquísimos (El cachopín del Tayu) y sidra excelente (Prau Monga). La foto es del tercer tiempo en El Paraguas de Oviedo, cuando aún no sabíamos qué era la hidroxicloroquina (aquel día también empatamos).

– Ellos no lo saben, pero a veces estoy hablando con mis amigos y pensando que serían estupendos secretarios de Estado de tal cosa o ministros de esta otra. Creo que tengo hasta presidente.

Deberes:

– Ver The last dance para comprobar si es para tanto.

Revista de prensa:

Diario de la desescalada (XI)

Fase: 0

Pasos: 6.478

Horario: 21.37 a 22.50

Hito: dos meses desde que se decretó el estado de alarma.

Videollamadas: 1 con 5 personas (todas en fase 1 menos yo).

Consumo de móvil: 10 horas, 43 minutos (hoy tuvimos sesión de control y comisiones varias).

Outfit: vaqueros, jersey suave, gabardina de cuadritos, mascarilla (¿A vosotros también os hace orejas de soplillo o me la pongo mal? Los tutoriales no hablan de esto).

Playlist:

Don’t wait too long, Madeleine Peyroux

Taking over, Joe Goddard

Lost, Frank Ocean

Georgia, Tiggs da Author

Told you so, Cameo culture

Bleu, Worakls

Somos dos, Bomba Estéreo

– On hold, The xx

Plage isolée, Polo & Pan

Paisaje:

Dadme tiempo…

¿Si llamas, viene él? Si no, es publicidad engañosa de la Casa de Comidas.

Hoy Velarde tuvo visita…

Mentireiros…

Incidencias:

– Estos días de paseo, he visto que muchos habéis colgado guirnaldas y que en algunos balcones hay happy hour, os lo pasáis fenomenal y ligáis sin parar. Solo quiero deciros, desde mi patio interior, que no me dais ninguna envidia. Cero. O sea, es que ni lo voy a comentar.

– Se cumplen dos meses del estado de alarma y he hecho balance mentalmente durante el paseo. Definitivamente, desaproveché mis últimos días de libertad y subestimé a toda esa gente que me daba de comer (ahora que sé lo que es cocinar, no me explico cómo son tan baratos los platos). Me duele más aún el penalti en Vallecas al final del segundo tiempo (último partido que vi en el campo) y siendo muy besucona, creo que no di los besos suficientes. Tiene que ver con que no elegí muy bien las compañías -pasé más tiempo entre leones que entre seres queridos o atractivos- y con que pensé que tenía mucho margen para darlos. Te confías y al final, empate. Nunca máis.

Deberes:

– Localizar a un feliz.

La vía obrera

Hace una eternidad, mi amiga María Martín y yo acompañábamos a nuestros padres la última tarde del año por Oviedo. Ellos hablaban de sus cosas y nosotras, de las nuestras. Por entonces, lo que más nos interesaba era nuestro equipo, el Real Oviedo, y nuestro jugador favorito, Carlos Muñoz. Estábamos aún en primera división, el mundo era fácil y bonito, y el 10 nos respondía siempre, ya fuera con goles o asistencias. Además de mi jugador favorito, Carlos fue mi primer amor. Sabía de él todas esas cosas que la gente aprende con el tiempo de sus parejas, como la fecha del cumpleaños o el número de pie. Por saber, sabía hasta dónde vivía, porque María y yo nos atrevimos varias veces- entre vino y vino de nuestros padres- a dejar en su buzón cartas en las que alabábamos su pericia con el balón y sus ojos azules, a juego con la camiseta. 

El caso es que el último día del año, cuando nuestros padres hablaban de sus cosas y María y yo de las nuestras, vimos, a lo lejos, una pareja muy atractiva, él vestido de esmoquin, ella no tengo la menor idea. Eran Carlos y su mujer. Pili, la madre de María, con buenos reflejos, le pegó un par de gritos, y Carlos se acercó. Mientras María y yo mirábamos al suelo con todas nuestras fuerzas, Pili nos delató. “No sabes cómo están las niñas contigo, las tienes locas” y tal y tal. Carlos sonreía –es un suponer, porque yo no me atrevía a mirarlo- y Pili dijo algo así como “qué pena que no tengamos nada para que les firmes un autógrafo”. Lo recuerdo perfectamente porque a continuación yo hice la única cosa valiente que he hecho en mi vida. En ese momento crucial, me armé de valor y dije: “Yo tengo una foto”. 

La foto de Carlos iba siempre conmigo, como los colores, que van por dentro y son una condena perpetua, en primera, en segunda o en tercera división. Colorada como un tomate, en pleno invierno asturiano, saqué la foto de ese bolsito en el que solo llevaba la foto de mi jugador favorito –qué más necesita una niña- y se la entregué. Carlos escribió: “Con todo cariño, para Natalia”. Es decir, pudo firmar sin más, o escribir simplemente “con cariño”, pero puso “con todo”, un detalle que yo, a día de hoy, tropocientos años después, aún le agradezco.

Recuperé esa foto estos días en Coruña, y naturalmente, la he traído conmigo. Me recuerda esa época fácil en la que lo peor que te podía pasar era que tu equipo perdiera el domingo. Cuando todo estaba abierto y estaba convencida de que iban a pasarme cosas extraordinarias, como tropezar con mi príncipe de esmoquin en nochevieja, aunque fuera acompañado de una mujer –la suya- . Puede que aquel día me condenara. Quizá habría sido más fácil hacerse de uno de esos equipos a la cabeza de la tabla, enamorarse del chico que se enamora de ti, hacerme runner, comer quinoa, cerrar a las ocho el ordenador y hasta el día siguiente. Pero elegí todo lo contrario. Y sí, ganar una liga cuando tienes el presupuesto para contratar a uno de esos jugadores que encargan estudios de opinión sobre su siguiente corte de pelo debe ser estupendo, pero no creo que haya nada comparable a estar en segunda y subir a primera por la vía obrera. Sigo creyendo que las mejores cosas llegan siempre con trabajo, esfuerzo y convicción. Nos lo enseñaron, a María y a mí, esos profesores a los que acompañábamos de vinos, nuestros padres. Lo extraordinario solo está al alcance de los que no se conforman. Feliz año a todos.