Hoy nos ha dado clase otro profe porque La Diosa, como sabéis, se ha cogido el día libre. Como me temía, El Otro ha venido con sus propias coreografías y no he dado pie con bola. Pero yo y todas. Ha habido momentos en que la clase ha sido una fiesta de manotazos. No os podéis imaginar lo que he disfrutado viendo a la tribu del ojo pintado pisarse entre sí. Ha sido hermoso, democrático. El Otro era un chico encantador. Daban ganas de llevártelo a casa, darle un beso en la frente y taparlo en el sofá con una manta, pero esta relación no va a ninguna parte: no me ha hecho sudar. El regueton no le va. Nos ha puesto temas de Adele. Es tan delicado que antes de cada canción nos explicaba lo que nos iba a hacer. Sobre todo, nos ha enseñado a interpretar las letras, es decir, a abrazarnos a nosotras mismas, a secarnos las lágrimas, a hacer como que a lo lejos, con una mano sobre los ojos para defendernos del sol, creíamos ver al hombre de nuestra vida y corríamos hacia él… Después, un par de saltitos, un par de giros, una serie de aspavientos extraños con los brazos -aquí era cuando venían los manotazos…-, pero ni movimientos obscenos, ni patadas, ni sentadillas, ni abdominales. El mejor momento ha sido cuando ha puesto, seguidas, dos canciones de Grease y nos hemos vuelto locas -sobre todo él-. Sí, nos ha hecho reír, pero no nos ha hecho sudar. Y para un día bien, pero nosotras pagamos por perrear.