Hoy ha venido Dios. Por fin, un digno sustituto de La Diosa. Nos ha hecho sudar -no como La Impostora- ; mide como dos metros – sus brazos parecían troncos de árbol- y está como una regadera. Nunca pensé que se podía disfrutar tanto con alguien que te grita a ese volumen y durante una hora entera. La mitad de una canción ha sido solo saltar. Saltar como ranas. Ahí, ahí es donde se quema el roscón de Reyes. Por supuesto, han vuelto los aplausos.
«Un placer, el mundo es muy pequeño, volveremos a vernos…», ha dicho al final. Nos ha hecho polvo. Resulta que Dios es el sustituto de La Impostora porque, atención, a La Diosa la echaron por no tener un certificado.
¿Pero qué certificado?! Desde cuándo una Diosa necesita papeles para ejercer?? Rápidamente he movilizado a la tribu del ojo pintado para presentar una queja. No tenemos nada contra La Impostora – que la manden a ese turno que hay muy temprano por las mañanas-. Pero queremos a La Diosa de vuelta, y si no es posible, si ella ha volado ya a otro gimnasio, entonces lo tenemos muy claro: queremos a Dios.
No nos han tomado muy en serio. Nos han hecho rellenar un papel que ponía «sugerencias». Es difícil que te respeten cuando llevas unas mallas de 5 euros del Decathlon.