Llevo dos días sin ir a zumba. El pasado martes era la famosa master class y no fui porque me entró pánico escénico. Sabía que no habría nadie conocido porque por el respeto que os tengo no os invité, pero la perspectiva de hacer el ridículo ante seres queridos de otros tampoco me entusiasmaba. También valoré el alto riesgo de presencia de cámaras y la altísima resolución de los omnipresentes smartphones. Se me pone la piel de gallina solo de pensar que algún vídeo o fotografía podría haber terminado en You Tube o similar hiriendo para siempre – en internet no hay olvido- ese delicado tesoro llamado reputación. Hoy tampoco he ido y la culpa la tiene Mariano Rajoy. Él, dice, está ahora liado en la «bastante poco reconfortante tarea» de hacer las listas electorales, es decir, acercarse a la fila de peperos y decir: tú juegas, tú no, y tú al banquillo. No sabe aún que me han puesto a cubrir la campaña y no tiene en cuenta los horarios de zumba. A la Diosa le tendré que llevar un papelito diciendo que el jueves no pude asistir por junta directiva nacional del PP. No sé si me va a creer.