Zumba, día 2

El uniforme, mejor. Me he comprado unas mallas de esas. Aquí entre nosotros, me he ido al Decathlon -niñas, 5 € las mallas, 2 la camiseta-. Las zapatillas ha sido imposible. Sigo utilizando las de COU porque ya no hacen zapatillas para gente con buen gusto como yo. De coordinación, peor. Por si no fuera ya difícil recordar los pasos de Zumba día 1 -hubo unas vacaciones, una boda gallega con 12 platos y un catarro de por medio-, mi profesora -esa diosa con coleta por la cintura y culo en la coronilla- ha introducido nuevas coreografías con más gestos obscenos que, como sabéis, son los más difíciles de imitar para las que somos sofisticadas y un poco tímidas. He reducido los pisotones y los manotazos a mis compañeras, pero lamentablemente no eran las mismas que las del otro día con lo cual no he podido compartir con ellas mis progresos. Vuelvo a casa corriendo para hacer una lista de las cosas que sí hago bien en la vida. Y con una preocupación que no me va a dejar dormir: la música, esos hits del perreo, no me ha desagradado tanto como Zumba día 1. Sé que estoy tonificando, pero a costa de mi oído. Me meto en la ducha con fados de Amalia Rodrigues para compensar. Muchas gracias a todos por vuestros ánimos y solidaridad. 

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